En Sevilla está una ermita,
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor:
saya lleva sobre saya;
mantilla de un tornasol;
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita
relumbrando como un sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, non;
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, non;
por decir “amén, amén”
decían “amor, amor”.
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