VENUS
Recuerdo bien aquella
estatuilla que estaba en el Museo
Vaticano: los dulces
tímidos pechos altos, casi ocultos
por los brazos en vuelo que subían
a la inclinada nuca
y las resueltas
formas de la cadera.
Cuánta gente
se detenía a verla, comentando
el gracioso donaire, la serena
perfección de la cara y ese cuerpo
tan ajustado en todo a los antiguos
cánones de la Hélade.
Era
muy hermosa, en verdad.
De cualquier modo,
no estoy nada seguro de si habría
hablado de ella aquí
de no haber sido
por sus dedos ausentes
y su rodilla rota.
Víctor Botas
Historia antigua (1987)
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