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Esos oros y cobres
de nogales y chopos y cielos,
esa plata transida
de neblina otoñal sobre el Duero
¡cómo se entran hoy los ojos
y el corazón adentro!
Nunca tan vivos, nunca,
como muriendo.
¡Cómo yo de muchacho
no os supe sentir? ¿Qué embelecos
de ilusiones y letras
le cegaban los claros ojuelos?
Por saber lo que veía,
ay, no podía veros,
cielos y ramas, oros
de muerte ardiendo.
Ya me voy de saberes
desnudando según encanezco;
ya como hojas los nombres
se me caen dorados de secos.
Y ¡cómo bajo la niebla
va floreciendo el fuego!
¡Muera yo todo, muera,
si no lo siento!
Agustín García Calvo
Más canciones y soliloquios, Editorial Lucina, 1988
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