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Cuando era yo pequeñita
(y estaba, sin nombre ni culpa,
de tí enamorada),
recuerdo una vez que te puse
por lobo de burlas:
que entraste al piso una tarde
de invierno de pronto, que estaba
yo sola con madre,
y, al verte, me dio por meterme
por entre sus faldas,
chillando «¡Ay mama, mamita,
el lobo feroz, que me come!»;
conque ella me daba
de azotes, y tú te reías
con dientes de hombre:
que yo por entre sus ropas
espiaba tu risa, y del mundo
la rosa tú eras,
y yo con mi miedo jugaba
porque es que era tuyo.
No, amor, no eras el lobo,
ni yo la niñita del cuento:
del bosque sabía
yo más, sin saber, que supiera
el lobo, sabiendo.
Ni lobo tú ni más eres
que tú; y, con todo, mi burla
de miedo y tu risa
de mí, de mi miedo de veras
tampoco me curan:
que aquí, ya sola y sin madre,
por siempre lo siento acechando
detrás de la puerta
un lobo que sea no tú
ni lobo que sea.
Agustín García Calvo
Y más aún Canciones y otros juegos, Editorial Lucina, Zamora, 2008
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