SIRACUSA
Ciudad del nombre más bello, Siracusa;
no dejes que olvide el sombreado mundo antiguo de tus callejuelas
de tus callejuelas, ni tus balcones hinchados
que fueron jaulas de damas españolas,
ni tampoco cómo el mar golpea los muros de Ortigia.
Platón sufrió aquí una derrota, apenas salió con vida,
¿qué diremos de nosotros, ficticios turistas?
Tu catedral creció sobre un templo griego
y sigue creciendo, pero muy lentamente,
como los pesados ruegos de los pobres y las viudas.
A medianoche las barcas de pesca, iluminadas
con una intensa luz, reivindican una oración
por los desaparecidos y solitarios, por ti
ciudad abandonada en las lindes del continente,
y por nosotros, presos en el viaje.
Adam Zagajewski
Antenas. Traducción de Xavier Farré. Acantilado, 2007.
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