INTERIOR
A Tirso Fernández
El olor que dos senos esparcen en un cuarto
o la luz que destila la piel de una manzana,
egregiamente hablando, elevan los sentidos.
Sobre todo si danzan alrededor las manos.
Solitarias figuras dentro de una correa,
atadas como peces o ramos de magnolias,
ponen siempre una nota de escarcha o nieve rígida,
de tenue y frágil seda que en hilachas desciende.
El pubis de una reina o los dedos de un mago,
ágiles en su oficio de encontrar los metales,
conforman en las dunas de la carne una sola
moneda, ebria y tranquila, en cuyo fondo
yace este cruel poema escrito por un loco.
Pedro Vergés
(Santo Domingo, República Dominicana, 1945)
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