El retrato perdido
(fragmento)
Yo tenía un retrato cubista que era mi orgullo y que me hizo el gran pintor mejicano Diego Rivera en 1915. Cuando no creí que iba a perderlo, lo había ponderado y descrito con cariño en mis libros de Arte.
(...) Al hacerme ese retrato, Diego María Rivera no me sometió a la tortura de la inmovilidad o a la mirada mística hacia el vacío durante más de quince días, como sucede con los demás pintores, ni me puso ese aparato que tanto se parece al garrote vil y que en las fotografías colocan detrás de la nuca. Yo escribí una novela mientras me retrataba, fumé, me eché hacia delante, me eché hacia atrás, me fui un rato de paseo, y siempre el gran pintor pintaba mi parecido; tanto, que cuando volvía del paseo—y no es broma—me parecía mucho más que antes de salir.
Ramón Gómez de la Serna
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