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Por las marismas de Huelva,
por las marismas,
compañerita,
que la tarde se va vacía.
La desolada en el auto,
fija y enferma,
compañerita,
y en el auto y a más de ochenta.
Y un segador con su asno
ciego de polvo,
compañerita,
que se va hacia los cerros blancos.
Y de la radio del auto,
por las marismas,
compañerita,
los jirones de algún fandango,
que dice «¿Pa qué las prisas,
compañerita,
pa qué las penas,
si ella sola se va la vida?».
Agustín García Calvo
Canciones y soliloquios, Editorial Lucina, 2ª ed. 1982 (1ª ed. en La Gaya Ciencia, 1976)
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