Claudio Rodríguez, sentía, además, una inmensa curiosidad y respeto por todas las cosas. Si en su poesía hablaba con frecuencia del vuelo de las aves, era porque sabía, entre otras cosas, que el vuelo de la paloma tiene tres tiempos, y es muy distinto al de los otros pájaros, tal y como él mismo había comprobado en sus largas caminatas. Y si en un poema hablaba, por ejemplo, de una llave o una cerradura, aunque fuera de forma simbólica, era porque se había pasado largas horas observando con paciencia y asombro el trabajo de los cerrajeros. «A mí me encanta mirar –me dijo en una ocasión–, disfruto mucho viendo a la gente trabajar, viendo cómo se hacen las cosas. ¿Te has fijado en que hoy en día ya sólo nos relacionamos con el objeto "acabado", que ya no lo vemos hacer? Un campesino de Zamora me dijo un día que la paciencia se aprende y ejercita mirando crecer las plantas. Yo puedo tirarme horas y horas contemplando cualquier actividad o la quietud de las cosas cotidianas, no sólo la naturaleza».
Luis Jambrina
En "Casi una leyenda", artículo publicado en la revista Zurgai [Euskal herriko olerkiaren aldizkaria - Poetas por su pueblo], julio de 2006, titulado "Con Claudio Rodríguez"
No hay comentarios:
Publicar un comentario