¡Qué hermosos son tus pies con sandalias, oh doncella y princesa! Las curvas de tus muslos son como joyas, la obra de un habilidoso artesano. Tu ombligo tiene la forma perfecta, como una copa llena de vino mezclado. Entre tus muslos hay un manojo de trigo, rodeado de lirios. Tus pechos son como dos cervatillos, mellizos de una gacela. Tu cuello es tan hermoso como una torre de marfil. Tus ojos son como los manantiales cristalinos de Hesbón, junto a la puerta de Bat-rabim. Tu nariz es tan fina como la torre del Líbano con vista a Damasco. Tu cabeza es tan majestuosa como el monte Carmelo, y el brillo de tus cabellos irradia realeza. El rey quedó cautivado con tus rizos. ¡Qué hermosa eres! ¡Qué encantadora, mi amor, qué llena de delicias! Eres esbelta como una palmera y tus pechos son como los racimos de su fruto. Dije: «Treparé a la palmera y tomaré su fruto». Que tus pechos sean como racimos de uvas y tu aliento, como la fragancia de manzanas. Que tus besos sean tan apasionantes como el mejor de los vinos... Sí, vino que le desciende suavemente a mi amante, que fluye delicadamente sobre los labios y los dientes. Yo soy de mi amante, y él me declara como suya.
Cantar de los Cantares 7:1-10 NTV
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