De cuantas coimas tuve toledanas,
de Valencia, Sevilla y otras tierras,
izas, rabizas y colipoterras,
hurgamanderas y putarazanas;
De cuántas fiestas, noches y mañanas
me venían a buscar, dando de cerras,
los Vargas, los Leonos y los Guerras,
los Méndez, los Correas y Gaitanas;
Me veo morir agora de penuria
en esta desleal isla maldita,
pues más a punto estoy que San Hilario.
Tanto que no se iguala a mi lujuria
ni la de Fray Alonso el Carmelita,
ni aquella de Fray Trece el Trinitario.
Cancionero General, Amberes, 1557
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