Fotografía de Herr_Mueller - The Good Life #1

Sá de Miranda

 

Yo no soy quien m'era antaño:
¡han me como barajado!

Sá de Miranda



En Tempestade de Verão [1950 1953], de David Mourão-Ferreira, incluido en Obra Poética, 1º volume, Bertrand, Lisboa, 1980




Isabel Escudero

  

Después de comer
arroz con liebre
¡con una forastera
qué bien se duerme!

         (canción de siega que cantaba mi abuela)


       * * * * *


Que no cante el gallo,
que no salga el sol:
viva el amor oscuro
sin rostro ni voz.

Isabel Escudero



Cifra y aroma (Isabel Escudero) Hiperión, 2002




More Rampling

 


When I see a young girl, I can see why you would be attracted if you were a man. I remember when it was like that for me, too, and it was nice.”

Charlotte Rampling  (with Sam Waterston)





Charlotte Rampling, por Denis Piel

 





Dos columnas de Vicent

 

UN DÍA DE MAR

El sol salió a las 6.55 y su descarga luminosa fue la misma para todo el mundo, para los que a esa hora iban al trabajo, para los que abandonaban exhaustos las discotecas y para los que íbamos a pescar y a tomar el baño en alta mar. Yo llevaba un audífono acuático para oír música debajo del agua, un placer que me ha regalado la vida. Clareaba el día cuando ganamos la bocana y largamos los sedales con las plumas y las rapalas. Mientras navegábamos a la espera de que picara alguna llampuga, salió el sol con toda la gloria y de pronto recordé cómo aprendí a nadar. Tendría seis años y con otros niños desnudos jugábamos entre naranjos alrededor de una alberca de agua verde sobrevolada de libélulas, llena de limo y con ranas extasiadas con las patas abiertas. Uno de aquellos niños me empujó a traición, caí dentro de la alberca y empecé a bracear para no ahogarme. No he hecho otra cosa en esta vida. En aquel momento se estaba poniendo el sol y recuerdo que la luz del crepúsculo era tan dulce como lo era mi inocencia. Ahora estaba amaneciendo y no obstante yo era un viejo. Después de pescar unas caballas, algunos bonitos y un pez limón, de regreso a puerto viendo que el mar estaba sumamente tendido me eché al agua con el audífono acuático pegado a los parietales. La sinfonía de Mozart comenzó a surgir desde lo más hondo del abismo, las corrientes expandían la música muy lejos y servían a la vez de cajas de resonancia, de modo que todo el mar se convirtió en una apabullante orquesta. Generalmente en el cine los amaneceres se suelen rodar durante las puestas de sol, ya que las cámaras no distinguen la luz que nace por la mañana de la que muere por la tarde. Si uno toma la vida como una representación puede imaginar que esa luz del sol que recibe en la vejez es la misma que doró su infancia. Hay que aceptarla como un regalo.

Manuel Vicent

(El País, 31-7-22)



Y hoy mismo, apareció en una carpeta una columna de julio del año pasado, publicada curiosamente el sábado, en vez del acostumbrado domingo:



A CIERTA EDAD

Si por la mañana te despiertan los pájaros y al abrir los ojos desde tu habitación ves el mar; si en el momento de saltar de la cama toda la casa huele ya a café y a tostadas de pan candeal; si al desperezarte como un gato no te cruje ningún hueso y sientes el cuerpo bien macerado por un sueño agradable que ni siquiera recuerdas, considera que el día empieza muy bien. Si después del desayuno te das un baño en la playa desierta y luego en la terraza del bar en el pueblo a la sombra de los plátanos compartes una tertulia con amigos en que no se habla de política y ni de enfermedades, sino de las cosas simples de la vida, de experiencias, de proyectos, de recuerdos, este placer será acrecentado si al final te das una vuelta por el mercado de frutas y verduras, y en el puesto de confianza compras lo que te pidan los ojos, brevas, melocotones, cerezas. A la hora del almuerzo nunca te sientes a la mesa con alguien que te caiga mal. Recuerda que para una buena digestión serán más importantes que la comida los comensales que te acompañen. Las risas son muy digestivas. Por lo demás come poco y hazlo despacio. La canícula requiere una buena siesta con sonido de chicharras. Procura hacerla en una penumbra de maderas entornadas, con una brisa que infle los visillos y trasmita un aroma a alcanfor y membrillo. Mientras las horas siguen su camino hay un tiempo a media tarde para la música y la lectura, pero es imprescindible que la puesta de sol te sorprenda ante una copa en un bareto junto al mar donde suene el swing de Cole Porter. Sería ideal que encontraras algún amigo esteta con quien hablar, por ejemplo, de los prerrafaelistas para merecer que el sol al fundirse en el horizonte os regale el rayo verde. Tampoco importa. Ahora queda toda la noche para contemplar tumbado las vagas estrellas y esperar que ese milagro se produzca mañana.

(El País, 10-7-2021)



Agustín García Calvo - «Por las marismas de Huelva...»

 

98

Por las marismas de Huelva,
por las marismas,
compañerita,
que la tarde se va vacía.

La desolada en el auto,
fija y enferma,
compañerita,
y en el auto y a más de ochenta.

Y un segador con su asno
ciego de polvo,
compañerita,
que se va hacia los cerros blancos.

Y de la radio del auto,
por las marismas,
compañerita,
los jirones de algún fandango,

que dice «¿Pa qué las prisas,
compañerita,
pa qué las penas,
si ella sola se va la vida?».

Agustín García Calvo


Canciones y soliloquios, Editorial Lucina, 2ª ed. 1982 (1ª ed. en La Gaya Ciencia, 1976)




Agustín García Calvo, por Alberto García-Alix

 





Álvaro Cunqueiro - Tristán García

 

TRISTÁN GARCÍA

Este Tristán do que conto nunca soubo por que lle puxeran este nome no sacramento do bautismo, nin coñecía ninguén que se chamase como el.
Un tío de seu que traballaba como camareiro nun restaurante moi famoso de Lisboa, dicíalle que en Portugal coñecía dous ou tres cabaleiros dese nome, e que todos eles eran ricos. Tristán foi cumprir o servizo militar a León, e alí, un día, nun quiosco, mercou por dous reais "La verdadera historia de los amantes de Tristán e Isolda", cos namorados moi abrazados na portada do folletín. Ao fin ía saber quen fora aquel Tristán cuxo nome levaba. Cando chegou ao final da historia, coa morte de ambos os dous namorados, Tristán García verteu unhas bágoas. E dende aquela deu en matinar que andando polo mundo atopaba unha muller chamada Isolda, e gustábanse, e facíanse noivos, e casábanse, e vivían moi felices en Viana do Bolo, de onde Tristán era natural. A todos os seus compañeiros do Rexemento de Burgos 38, preguntáballes se por un casual habería no seu lugar unha rapaza que se chamase Isolda. Non a había. Había algunha Isolina solta, pero Isolina non era o mesmo que Isolda. Tristán doíase de non dar con esa Isolda porque se non a atopaba agora en León, onde había tanta familia, non a ía atopar en Viana do Bolo, traballando na terra. Un día mandouno chamar un sarxento chamado Recuero.
- Ti es ese que anda coa teima de atopar unha muller que se chame Isolda?
- Sí, señor.
- Pois en Venta de Baños hai unha viúva dese nome.
- Nova ou vella?
- Que sei eu! Coido que é churreira...
Tanto tiña metida no seu maxín o noso Tristán a novela famosa, que non puido dubidar que aquela Isolda de Venta de Baños fose nova e fermosa. En todo caso, se era vella, tería unha filla ou unha sobriña que a seguise no nome, e se era churreira como ela podía seguir co negocio en Ourense ou en Viana, onde xa era hora que deran nos bares chocolate con churros. Tivo Tristán un permiso, e cos vinte pesos que tiña aforrados tomou en León o tren para Venta de Baños. Xa naquel empalme preguntou pola churrería da Isolda. Estaba a churrería preto da estación. E a señora Isolda era aquela que estaba envolvéndolle uns churros a un señor cura. Era unha velliña co cabelo branco, fermosos ollos negros, a pel tersa, as mans moi graciosas pondo os churros no papel de estraza e esparexendo o azucre por derriba deles. Tristán dubidou entre falarlle ou non, pro xa levaba gastadas corenta e sete pesetas no billete de ida e volta.
- ¡Bos días! ¿Vostede é a señora Isolda?
- ¡Servidora!, respondeulle a velliña, sorríndolle.
- ¡É que eu son Tristán e viña a coñecela!
A velliña pechou os ollos, e agarrouse ao mostrador para non caer. Bágoas rodaban polas súas meixelas.
- ¡Tristán! ¡Tristán querido!, puido dicir ao fin. ¡Toda a miña mocidade agardando a coñecer un mozo que se chamase Tristán! ¡E como non viña, casei cun tal Ismael, que era de Madrid!
Tristán saudou militarmente, e devagar volveuse á estación a agardar o primeiro tren para León. Cando este chegou e Tristán subía ao vagón de terceira, apareceu a señora Isolda, cun paquete de churros. Deullo a Tristán e bicoulle a man. Non se non dixeron nada.
Cousas así só pasan nos grandes amores.

Álvaro Cunqueiro


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TRISTÁN GARCÍA


Este Tristán del que cuento, nunca supo por qué le habían puesto Tristán en el sacramento del bautismo, ni conocía a nadie que se llamara como él. Un tío suyo de Soutomaior, que trabajaba como camarero en un restaurante muy famoso de Lisboa, le decía que en Portugal conocía a dos o tres Tristanes, y todos ellos eran de la aristocracia. Tristán fue a cumplir el servicio militar a León, y allí, en un quiosco compró La verdadera historia de Tristán e Isolda con los amantes muy abrazados en la portada, por una peseta y cincuenta céntimos. Al fin iba a saber quién era aquel Tristán cuyo nombre llevaba. Cuando llegó al terrible final de la historia, con la muerte de ambos enamorados, Tristán García no pudo evitar las lágrimas. Y dio en imaginar que andando por el mundo encontraba una mujer llamada Isolda, y ambos se gustaban, se hacían novios, se casaban, y vivían muy felices en la aldea cercana a Viana do Bolo de donde Tristán era natural. A todos sus compañeros del Regimiento de Burgos 38 les preguntaba si había en sus pueblos una muchacha que se llamase Isolda. No la había. Había alguna Isolina suelta, pero Isolina no era lo mismo que Isolda. Tristán se lamentaba consigo mismo de no dar con una Isolda, porque si no la encontraba en León, donde había tanta familia, ya no la encontraría nunca, dedicado a la labranza en su aldea de Viana do Bolo.
Un día lo mandó llamar un sargento que se llamaba Recuero.
-¿Tú eres el que anda buscando una Isolda? Pues en Venta de Baños hay una viuda de este nombre.
-¿Joven o vieja? –preguntó Tristán emocionado.
-¡No lo sé! ¡Es churrera! –le contestó el sargento.
Tanto tenía metida en su magín la novela famosa nuestro Tristán, que no pudo dudar un instante de que aquella Isolda de Venta de Baños fuese joven y hermosa, y si era churrera, podía seguir con el negocio en Viana, o en Orense capital, donde servían chocolate con churros en los cafés. También consideraba Tristán que si la viuda era vieja, lo más seguro era que tuviese una hija o sobrina joven que se llamase como ella. Tuvo un permiso, y con veinte duros que tenía ahorrados, tomó en León el tren para Venta de Baños. Ya en aquel empalme, preguntó por la churrería de la señora Isolda. Estaba allí al lado, y la señora Isolda despachando churros a un señor cura. Era la señora Isolda una anciana con el pelo blanco, con hermosos ojos negros, la piel tersa, las manos muy graciosas echando azúcar y envolviendo los churros en papel de estraza. Tristán vaciló en dirigirse a ella, pero ya había gastado cincuenta y cuatro pesetas en el billete de ida y vuelta.
-¡Buenos días! ¿Es usted la señora Isolda?
-¡Servidora! –respondió la amable viejecita sonriendo-. ¿Cuántos le pongo?
-¡Es que yo soy Tristán! ¡Venía a conocerla!
La viejecita cerró los ojos, y se agarró al mostrador para no caer. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.
-¡Tristán! ¡Tristán querido! –pudo decir al fin-. ¡Toda mi juventud esperando a conocer a un mozo que se llamase Tristán, como el de Isolda! ¡Y como no venía me casé con un tal Ismael!
Tristán saludó militarmente y se retiró hacia la estación, a esperar el primer tren para León. Cuando llegó y subía al vagón de tercera, apareció la señora Isolda, quien le entregó un paquete de churros. No se dijeron nada. Cosas así sólo pasan en los grandes amores.



Una fotografía de Joshua Paolino

 



Joshua Paolino - a thought is love's currency, 2022



Besos de Vicente Núñez

 

Quiero el beso que lleva dentro la nuez vana.


Un beso de hierro sabe a seda.


El beso escaso es el que no se olvida.


Los únicos que no manchan son los besos que mienten.


Sólo queda memoria de los besos que anestesian.



Vicente Núñez


Poesía y sofismas  II. Sofismas (Vicente Núñez). Edición de Miguel Casado.Visor, 2008.



Joseph Szabo + John Gutmann


Joseph Szabo, The kiss, 1977


John Gutmann (1905-1998) - Two Women in Love, 1937




Claudio Rodríguez, la mirada y el hacerse de las cosas

 

Claudio Rodríguez, sentía, además, una inmensa curiosidad y respeto por todas las cosas. Si en su poesía hablaba con frecuencia del vuelo de las aves, era porque sabía, entre otras cosas, que el vuelo de la paloma tiene tres tiempos, y es muy distinto al de los otros pájaros, tal y como él mismo había comprobado en sus largas caminatas. Y si en un poema hablaba, por ejemplo, de una llave o una cerradura, aunque fuera de forma simbólica, era porque se había pasado largas horas observando con paciencia y asombro el trabajo de los cerrajeros. «A mí me encanta mirar –me dijo en una ocasión–, disfruto mucho viendo a la gente trabajar, viendo cómo se hacen las cosas. ¿Te has fijado en que hoy en día ya sólo nos relacionamos con el objeto "acabado", que ya no lo vemos hacer? Un campesino de Zamora me dijo un día que la paciencia se aprende y ejercita mirando crecer las plantas. Yo puedo tirarme horas y horas contemplando cualquier actividad o la quietud de las cosas cotidianas, no sólo la naturaleza».

Luis Jambrina


En "Casi una leyenda", artículo publicado en la revista Zurgai [Euskal herriko olerkiaren aldizkaria - Poetas por su pueblo],  julio de 2006, titulado "Con Claudio Rodríguez"



Vicente Molina Foix - El vecino Claudio

 

EL VECINO CLAUDIO

¿Qué quería decir el autor de estos versos: "La oscuridad del tórax, la cal de uva del labio,/ la penumbra del hueso y la penumbra/ de la saliva"? ¿Qué cosa es un olor "a la armonía de la ropa al raso"? ¿Es bella o sólo extraña la imagen "el ombligo que aclara tanto beso"? Durante muchos años recordé yo, incapacitado para memorizar palabras, las ocho de una invocación: "Cómo cantaba mayo en la noche de enero", y mantuve rondando un buen tiempo en la cabeza, hasta encarnarlas, dos líneas de las que presentía un alma reveladora: "Con la prudencia de la encina oyendo/ la señal de la liebre". Confío en que la voz de Claudio Rodríguez haya quedado en algún sitio, pero no sólo recitando. Si le registraron en cinta una lectura de los poemas de su último libro, Casi una leyenda, de los que he tomado mis citas, es posible que una inflexión de voz, un acento, una pausa que nosotros no haríamos, dieran la clave de acceso al fondo del signo. Pero si lo que alguien -una televisión, una radio, un pirata de las grabadoras- conserva es la voz natural, el habla de Claudio,será mucho más fácil para el futuro lector entrar en el misterio de su inmaculada dualidad, condición que el poeta recién muerto compartía con Novalis y Hopkins, con Miguel Hernández, con Pessoa, exaltados de la palabra transfigurada sujetos a una vida externa de simples.En mi vida le vi muchas veces, sobre todo en la época universitaria, cuando Claudio formaba parte del grupo amistoso de poetas mayores (Bousoño, Brines, Hierro, Angélica Becker, Nieva) que nos precedían (a Carnero y Azúa, Ana María Moix, Leopoldo María y yo, entonces pre-novísimos) en el culto de admiración cercana a Vicente Aleixandre. La afabilidad, la sencillez, el vino de Claudio; ya se ha hablado mucho de estas características. A mí me fascinaba, como le intriga al niño oír al adulto de todos los días que es su padre intrincadas conversaciones de negocios, que el autor de Conjuros y Alianza y condena, una poesía de reverberaciones tras la que el pensamiento de un vidente nos hace sagrados, mirase de madrugada a las chicas como un peón caminero y se trabucara al contar chistes. O tuviese fácil la lágrima en las desgracias, él, que nunca en un poema se permitió ponerse sentimental.

Hace pocos años lo encontré entrando como Pedro por su casa en el portal de la mía, y me hizo un gesto de contrariedad sufrida: el matrimonio había perdido su acogedor piso alquilado de la calle de Lagasca, y estaba refugiado en el que la madre de su mujer, Clara, tenía dos plantas por debajo del mío. Pronto se hizo el príncipe del barrio y sus barras, querido incluso por los que allí reinan despóticamente, los porteros, que sólo al verle en la tele franquear la Academia de frac y recibir los millones del Príncipe de Asturias se convencieron de que aquel bonachón con aliento vinoso a media mañana era alguien. Vestido siempre impecablemente, se me quejaba de no poder disponer de sus libros, guardados en cajas, del honor engorroso de ser académico, y su relato inconexo se paraba en seco si una mujer de carnes suficientes pasaba por la acera.

La inconexión de Claudio. Muchos creen que el arte difícil es la coartada del antipático o el resentido. Cuando se lee su poesía, como yo leí Casi una leyenda desbrozando el sendero que lleva a nuestra parte más primordial, como he releído ayer mismo su Vuelo de la celebración, la dificultad obliga a detenerse, a recapacitar, a hacer cábalas o apuestas de sentido, a buscar en lo oscuro la claridad de una palabra hermosa y siempre bien encontrada. Ese mismo Claudio chispeantemente dislocado de las mañanas era, me consta, inteligente y articulado cuando daba una clase o un discurso, como el de recepción en la Academia aquel 29 de marzo de 1992. ¿Y por la noche?

Nunca he sabido a qué hora del día escribió su obra, ni si al hacerlo entraba en trances de médium, pero estoy convencido de los dos Claudios. Uno ha muerto, y esto es una certeza científica. El otro escribió un poema, La contemplación viva,que entiendo perfectamente. Evoca el encuentro con una mujer, su profunda mirada: "y no sé, no sabe ella,/ y la ignorancia es nuestro apetito". Sólo deseo que del segundo Claudio, el ignorante genio que para mí ha sido un oráculo,hayan quedado muchos versos inéditos para seguir rompiéndonos la cabeza de verdad.

Vicente Molina Foix 

(El País, 28-7-1999)


Modigliani - Joven con vestido amarillo (1918)

 



Amedeo Modigliani (1884 - 1920) - Jeune femme dans une robe jaune (Madame Modot), 1918




Dos fotografías de Diana

 

Tatiana Glynn, 2007


Punta Galera 98 (self)



(Diana en Flickr)



Pablo Neruda - Tango del viudo

 

TANGO DEL VIUDO

Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.

Pablo Neruda


Residencia en la Tierra (1925–1931). Madrid, Ediciones del Árbol, 1935.





Una fotografía de Rubén Casares

 


Rubén Casares, Buenos Aires - Argentina  (Antigua horma de madera para confeccionar calzados de hombre), 2014.



Alma Duncan - Autorretrato (1940)

 



Alma Duncan (1917-2004) - Self Portrait, 1940.


Alma Mary Duncan was a Canadian painter, graphic artist, and filmmaker.


Herberto Helder - Os comboios que vão para Antuérpia


OS COMBOIOS QUE VÃO PARA ANTUÉRPIA

   Em janeiro eu estava em Bruxelas, nos subúrbios, numa casa sobre a linha férrea. Os comboios faziam estremecer o meu quarto. Fora-se o natal. Algo desa­parecera, uma coisa ingénua em que se poderia ter confiado. Talvez a esperança. Eu não tinha dinheiro nem livros nem cigarros. Não tinha trabalho nem ócio, por­que estava desesperado. Por isso passava o dia e a noite no quarto. Na linha em baixo rangiam e apitavam comboios que talvez fossem para Antuérpia. Eu pen­sava em Deus quando os comboios trepidavam nos carris e apitavam tão perto de mim. Quando iam pos­sivelmente a caminho de Antuérpia. Pensava nos com­boios como quem pensa em Deus: com uma falta de fé desesperada. Pensava também em Deus — um com­boio: algo que sem dúvida existe, mas é absurdo, que parte com um destino indefinido: Antuérpia — que pos­sivelmente (evidentemente) não era.
  Às vezes vinha à janela e, por detrás dos vidros, olhava para o caminho de ferro. Mas antes de lá chegar os meus olhos encontravam uma árvore esquisita — tímida mas tenazmente viva — num quintal próximo. Esta árvore metia medo: era como a esperança em mim mesmo, ou uma ainda mais ambiciosa aposta: a fé do­lorosamente contraditória nos homens. Nos homens? Há em mim todas as virtudes da confiança, mas sou um desesperado. Apesar de tudo também sou um ho­mem. Tenho capacidades de amor. Amo a minha seme­lhança com todos os homens, mas desespero nesse mesmo amor. Estou fechado num quarto. Nem posso fumar. Não posso descansar. Imagino que se consiga partir de Antuérpia depois de lá chegar num desses comboios rangentes. Antuérpia não é um sítio final. É uma cidade como as outras: com bares e nevoeiros, o silêncio, as pessoas, as vozes, a matemática impe­netrável das suas multiplicações e desmultiplicações, e o fluxo e refluxo das imagens. Em Antuérpia há pros­titutas, há um calor humano degradado, a embriaguez. Lá também se morre. Talvez alguém tenha um dia res­suscitado em Antuérpia. Não sei.
  O lugar em que penso é difícil, sempre difícil.
  Ao norte existe o rio Escalda. De lá se parte, che­ga-se ao mar. Já me disseram que a gente que nasce e vive ao pé do mar é mais pura. Penso que o mar dá uma qualidade especial à fantasia, ao desejo e à confi­ança. É uma propriedade misteriosa do espírito, e por ela se aprende a nada esperar, a não desesperar de nada. Talvez seja isso a inocência. Talvez só no mar nos seja concedido morrer verdadeiramente, morrer como nenhum homem pode.
  Esta minha vida de agora é circular e eu sufoco, sem dela poder sair, com o deus que lá existe, com Deus, com Deus... Comboios que não param de ranger e apitar. Comboios que partem. Durante a noite acordo muitas vezes com Deus a apitar. Mas de manhã a mi­nha falta de fé parece ainda maior e compreendo que nunca hei-de sair deste quarto e que os comboios são simples pensamentos, como Antuérpia, uma inspiração difusa, confusa.
  Talvez pudesse ouvir passos junto à porta do quar­to, passos leves que estacariam enquanto a minha vida, toda a vida, ficaria suspensa. Eu existiria então vaga­mente, alimentado pela violência de uma esperança, preso à obscura respiração dessa pessoa parada. Os comboios passariam sempre. E eu estaria a pensar nas palavras do amor, naquilo que se pode dizer quando a extrema solidão nos dá um talento inconcebível. O meu talento seria o máximo talento do homem e devia reter, apenas pela sua força silenciosa, essa pessoa defron­te da porta, a poucos metros, à distância de um sim­ples movimento caloroso. Mas nesse instante ser-me-ia revelada a essencial crueldade do espírito. Penso que desejaria somente a presença incógnita e solitária des­sa pessoa atrás da porta. Ela não deveria bater, solici­tar, inquirir.
  — Posso falar? Podemos falar?
  O meu único alimento é o desespero. E é do cora­ção estéril que extraio toda a força: tenho confiança em que Deus está neste quarto, está na tão experiente ex­pectativa das tumultuosas passagens dos comboios.
  O pensamento alude ao norte, a essa ideia que re­laciona o norte com o frio puro e a dramática alegria da neve, das temperaturas muito baixas. Alude também à viagem sem fé, inconsequente, feita com o inexpli­cável ardor de quem se inicia na eternidade.
  Mas nem cigarros tenho. Estou possuído pelos dons infernais com que se cria um estilo sem tempo nem lugar, a fraternidade solitária, o amor sempre em viagem.
  O meu gosto pela exactidão já sabe o horário dos comboios que possivelmente (evidentemente) nem vão para lá.
  Deus principia a inspirar-me terror. A minha unida­de, sobretudo. A unidade fechada e imóvel. O universo passa bem sem mim, e o terror é uma inspiração sem mácula, dentro do que pode alcançar.
  Não, não está ninguém junto à porta.


Herberto Helder


Os Passos em Volta (1963)



Susan Sontag - «The camera makes everyone a tourist in other people's reality...»

 

The camera makes everyone a tourist in other people's reality, and eventually in one's own.

Susan Sontag



Fotografía de Stefanos Spyridakis, Cultural contrast, Dimos Heraklion, Creta




Manuel Machado - Castilla

 

CASTILLA

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
–polvo, sudor y hierro– el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.

Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: ¡En marcha!
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
–polvo, sudor y hierro– el Cid cabalga.

Manuel Machado



Alma (1900)



Una fotografía de Agustín Hernández

 


Agustín Hernández - Retratos sonoros (2015)



Camões

 

Siquer este refúgio só terei:
falar e errar, sem culpa, livremente.


Camões



En un poema de Fernando Assis Pacheco, titulado «Siquer este refúgio»



Dos fotografías de Marina Alfaya

 

Marina Alfaya - diz-se grande, 2004


Marina Alfaya - a gente se vê, 2009




Una fotografía de Andreas Øverland

 



Andreas Øverland - Breathe, focus, release, 2014




Lupercio Leonardo de Argensola - Al sueño

 

AL SUEÑO

Imagen espantosa de la muerte,
sueño crüel, no turbes más mi pecho,
mostrándome cortado el nudo estrecho,
consuelo solo de mi adversa suerte.

Busca de algún tirano el muro fuerte,
de jaspe las paredes, de oro el techo,
o el rico avaro en el angosto lecho
haz que temblando con sudor despierte.

El uno vea el popular tumulto
romper con furia las herradas puertas,
o al sobornado siervo el hierro oculto.

El otro sus riquezas, descubiertas
con llave falsa o con violento insulto,
y déjale al amor sus glorias ciertas.

Lupercio Leonardo de Argensola

(Barbastro, 1559 - Nápoles, 1613)




Natalie Portman, por Brigitte Lacombe y Frank W. Ockenfels III

 

Natalie Portman by Brigitte Lacombe 1995


Natalie Portman by Frank W. Ockenfels III




Ettore Tito - Con la rosa entre los labios

 




Ettore Tito (1859 - 1941) - Con la rosa tra le labbra (1895)




Vicente Huidobro

 

Tu lenguaje inclinado en los recuerdos.

Vicente Huidobro



En un poema de La casa roja, de Juan Carlos Mestre, Calambur, 2008.



Diane Arbus

 

Girl in a watch cap, N.Y.C. 1965


A picture is a secret about a secret, the more it tells you the less you know.

Diane Arbus







Dos autorretratos de Diane Arbus (1923 - 1971)




Ramón Gómez de la Serna y Diego Rivera

 



El retrato perdido
(fragmento)

Yo tenía un retrato cubista que era mi orgullo y que me hizo el gran pintor mejicano Diego Rivera en 1915. Cuando no creí que iba a perderlo, lo había ponderado y descrito con cariño en mis libros de Arte.

(...) Al hacerme ese retrato, Diego María Rivera no me sometió a la tortura de la inmovilidad o a la mirada mística hacia el vacío durante más de quince días, como sucede con los demás pintores, ni me puso ese aparato que tanto se parece al garrote vil y que en las fotografías colocan detrás de la nuca. Yo escribí una novela mientras me retrataba, fumé, me eché hacia delante, me eché hacia atrás, me fui un rato de paseo, y siempre el gran pintor pintaba mi parecido; tanto, que cuando volvía del paseo—y no es broma—me parecía mucho más que antes de salir.

Ramón Gómez de la Serna



Una fotografía de Antonio Vieira

 



Antonio Vieira - vinyl.lover, 2007




Claudio Rodríguez - La contemplación viva

 

LA CONTEMPLACIÓN VIVA

Estos ojos seguros,
ojos nunca traidores,
esta mirada provechosa que hace
pura la vida, aquí en febrero
con misteriosa cercanía. Pasa
esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto,
no el placer, de su vida,
a través de la más
arriesgada y entera
aventura: la contemplación viva.
Y veo su mirada
que transfigura; y no sé, no sabe ella,
y la ignorancia es nuestro apetito.
Bien veo que es morena,
baja, floja de carnes,
pero ahora no da tiempo
a fijar el color, la dimensión,
ni siquiera la edad de la mirada,
mas sí la intensidad de este momento.
Y la fertilidad de lo que huye
y lo que me destruye:
este pasar, este mirar
en esta calle de Ávila con luz de mediodía
entre gris y cobriza,
hace crecer mi libertad, mi rebeldía,
mi gratitud.


II

Hay quien toca el mantel, mas no la mesa;
el vaso, mas no el agua.
Quien pisa muchas tierras,
nunca la suya.
Pero ante esta mirada que ha pasado
y que me ha herido bien con su limpia quietud,
con tanta sencillez emocionada
que me deja y me da
alegría y asombro,
y, sobre todo, realidad,
quedo vencido. y veo, veo, y sé
lo que se espera, que es lo que se sueña.

Lástima de saber en estos ojos
tan pasajeros, en vez de en los labios,
Porque los labios roban
y los ojos imploran.

Se fue.

Cuando todo se vaya, cuando yo me haya ido
quedará esta mirada
que pidió, y dio, sin tiempo.

Claudio Rodríguez



El vuelo de la celebración
, Visor, 1976




Claudio Rodríguez - Secreta

 

SECRETA

Tú no sabías que la muerte es bella
y que se hizo en tu cuerpo. No sabías
que la familia, calles generosas,
eran mentira.

Pero no aquella lluvia de la infancia,
y no el sabor de la desilusión,
la sábana, sin sombra y la caricia
desconocida.

Que la luz nunca olvida y no perdona,
más peligrosa con tu claridad
tan inocente que lo dice todo:
revelación.

Y ya no puedo ni vivir tu vida,
y ya no puedo ni vivir mi vida
con las manos abiertas esta tarde
maldita y clara.

Ahora se salva lo que se ha perdido
con sacrificio del amor, incesto
del cielo, y con dolor, remordimiento,
gracia serena.

¿Y si la primavera es verdadera?
Ya no sé qué decir. Me voy alegre.
Tú no sabías que la muerte es bella,
triste doncella.

Claudio Rodríguez



Casi una leyenda, Tusquets, 1991




Aníbal Núñez - Tríptico de la tristeza, de la melancolía y de la alegría

 

TRÍPTICO DE LA TRISTEZA, DE LA MELANCOLÍA Y DE LA ALEGRÍA 

I

Sosiego: luce el élitro
bajo la piel de la manzana.

Es pulpa la tristeza, miel el dolor perdido:
tener ahora delante la fuente de aquel bosque
donde se baña la princesa y
no echar de menos su blancura, el rezo
de los enhiestos abedules
ni el cascarón de vieja que cuida de los gansos.
Luce sin resplandor justa tristeza,
larguísima tristeza que a la lejana estrella
nos une desde esta estancia en la que, sórdido,
disfrazado de espacios, el tiempo nos engaña.


II

Algo trazó unas letras: el ruido fue, ayudando
a un corazón turbado que se prolonga en dedos
sobre una caja yerta que contiene dibujos:
(                                                                )
una reyerta entre raíces, desfiladeros tensos,
vestiduras convulsas, damas en sepia, tenebrosos
monjes, monstruosidades en madera.
No hay silencio; rememorarlo se hace
imposible: se escuchan fugas, cursos,
desbocadas señales: no, el cristal
no descansa. Y la melancolía
ahoga a través del aire que se bebe el herbario,
dueña se hace en el ámbito donde todo es ajeno


III

Algunas desoladas veces
luce, débil: y lo que la sustenta
-filo de vuelo, piedra mojada en sol,
brote de primavera- vale
para representarla, de vacíos
que están los corazones desamueblados de ella.

Si no viniera a trozos
o a relámpagos, ¡Cómo
ibamos a cansarnos de repartirla! ¡Cómo
bajo su lluvia íbamos a dejar la guarida!

                                                    [¿1978?]


Aníbal Núñez






Dos fotografías de Letizia Battaglia

 



Letizia Battaglia (Palermo, 1935 - Cefalú, 2022)




William Blake

 

The morning comes, the night decays, the watchmen leave their stations

William Blake, «America a Prophecy»



En Escuro, de Ana Luísa Amaral, Assírio & Alvim, Lisboa 2014




Una fotografía de Herr Benini

 



Herr Benini - .occasionally glancing up through the rain, 2011



«¿Qué me queréis, caballero?»

 

¿Qué me queréis, caballero?
Casada soy, marido tengo.

Casada soy, y a mi grado
con un caballero muy honrado,
bien dispuesto y bien criado,
que más qu' a mí yo lo quiero:
casada soy, marido tengo.

Casada soy por mi ventura
(mas no ajena de tristura;
pues hice yo tal locura,
de mí misma yo me vengo);
casada soy, marido tengo.


Cancionero Musical de Palacio


En Do Cancioneiro de amigo, de Stephen Reckert e Helder Macedo, com um texto de Roman Jakobson e 50 cantigas de amigo. Assírio & Alvim, Lisboa, s.d.



Una fotografía de Bill Henson

 


Bill Henson




Jorge de Lima - «Essa negra Fulô»

 

ESSA NEGRA FULÔ

Ora, se deu que chegou
(isso já faz muito tempo)
no bangüê dum meu avô
uma negra bonitinha,
chamada negra Fulô.

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!
(Era a fala da Sinhá)
— Vai forrar a minha cama
pentear os meus cabelos,
vem ajudar a tirar
a minha roupa, Fulô!

Essa negra Fulô!

Essa negrinha Fulô!
ficou logo pra mucama
pra vigiar a Sinhá,
pra engomar pro Sinhô!

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!
(Era a fala da Sinhá)
vem me ajudar, ó Fulô,
vem abanar o meu corpo
que eu estou suada, Fulô!
vem coçar minha coceira,
vem me catar cafuné,
vem balançar minha rede,
vem me contar uma história,
que eu estou com sono, Fulô!

Essa negra Fulô!

"Era um dia uma princesa
que vivia num castelo
que possuía um vestido
com os peixinhos do mar.
Entrou na perna dum pato
saiu na perna dum pinto
o Rei-Sinhô me mandou
que vos contasse mais cinco".

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!

Vai botar para dormir
esses meninos, Fulô!
"minha mãe me penteou
minha madrasta me enterrou
pelos figos da figueira
que o Sabiá beliscou".

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!
(Era a fala da Sinhá
Chamando a negra Fulô!)
Cadê meu frasco de cheiro
Que teu Sinhô me mandou?
— Ah! Foi você que roubou!
Ah! Foi você que roubou!

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

O Sinhô foi ver a negra
levar couro do feitor.
A negra tirou a roupa,
O Sinhô disse: Fulô!
(A vista se escureceu
que nem a negra Fulô).

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!
Cadê meu lenço de rendas,
Cadê meu cinto, meu broche,
Cadê o meu terço de ouro
que teu Sinhô me mandou?
Ah! foi você que roubou!
Ah! foi você que roubou!

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

O Sinhô foi açoitar
sozinho a negra Fulô.
A negra tirou a saia
e tirou o cabeção,
de dentro dêle pulou
nuinha a negra Fulô.

Essa negra Fulô!
Essa negra Fulô!

Ó Fulô! Ó Fulô!
Cadê, cadê teu Sinhô
que Nosso Senhor me mandou?
Ah! Foi você que roubou,
foi você, negra fulô?

Essa negra Fulô!


Jorge de Lima



Una fotografía de Marina Thomé

 


Marina Thomé - Brincos, 2008




Una fotografía de Jiepe-a

 



Jiepe-a  - Portrait, 2016




Una fotografía de Max Malatesta

 





Samih al-Qasim - Un poema druso


Un poema druso

Yo, desde hace siglos,
jamás aparté de mi puerta a un visitante.
Cierta mañana abrí los ojos
y vi que me habían robado la cosecha,
que la compañera de mi vida había sido estrangulada
y que en la espalda de mi pequeño... había una herida.
Reconocí a mis traidores huéspedes,
sembré ante mi puerta minas y puñales
y juré por las cicatrices que dejan los cuchillos
que jamás cruzaría ninguno de ellos el umbral de mi casa
en el siglo veinte.
Yo, desde hace siglos,
sólo era un poeta
en las tertulias de los probos,
pero soy un volcán ardiendo
en el siglo veinte.

Samih al-Qasim (Zarqa, 1939)

 

Antología de poesía árabe contemporánea. Edición de Leonor Martínez Martín. Espasa-Calpe (col. Austral), Madrid, 1971




Stanisław Jerzy Lec y el tiempo

 

El tiempo, la materia prima, la más importante.


El tiempo seguirá siendo antropófago.


El tiempo permanece inmóvil. Somos nosotros quienes nos desplazamos en una dirección equivocada.


La vida les roba a los hombres demasiado tiempo.


Stanisław Jerzy Lec




Pensamientos despeinados. Traducción de Elzbieta Bortkiewicz y Abraham Gragera. Pre-Textos, 2014.




Ingrid Bergman, por Gordon Parks (1949)

 




Ingrid Bergman en Stromboli, retratada por Gordon Parks en 1949. La película Stromboli, dirigida por Roberto Rossellini, se estrenó en 1950.




Félix de Azúa y Leopoldo María Panero

 

POETA

Es justo respetar y admirar a los escritores profesionales, sobre todo si triunfan. Su trabajo es duro, no abusan de nadie ni a nadie dañan, y a duras penas puede vivir del mismo un grupo microscópico. Pero la poesía es otra cosa. No sólo es distinta de la novela, también es distinta de lo que se suele entender por 'literatura'. Puede uno leer cuatrocientos libros de versos sin rozar la poesía. Ahora bien, cuando aparece, es más evidente que un ornitorrinco y todas las discusiones teóricas se esfuman como Drácula a la luz del sol. El otro día, por ejemplo, la poesía se filtraba en las páginas de Babelia dedicadas a Leopoldo María Panero.

Panero, que vive desde hace décadas en los manicomios, no está loco. Si alguien está loca es la poesía. Pero a Panero lo eligió la poesía y se lo llevó con ella a su lugar de residencia. Por eso, en la entrevista de Rodríguez Marcos, a veces hablaba Panero y a veces hablaba la poesía. Panero, muy sensato, decía: 'Creo en la poesía técnicamente bien escrita', pero la poesía decía: 'Aplasto los cigarrillos en el suelo, como si fueran niños'. Confesaba Panero: 'Quiero ser un hombre común', pero la poesía confesaba: 'Desde hace tiempo tengo una mujer que se llama orujo'. Preguntado por sus libros, decía Panero: 'De esos libros yo no he visto un duro', pero la poesía decía: 'Soy la ceniza de un poema en que no creo'. Afirmaba Panero: 'Más solo que yo, imposible', pero afirmaba la poesía: 'Resucitar y ser resucitado, y volver de la nada sin nada de abrigo'. Y así sucesivamente.

La poesía está loca porque su alucinación no coincide con la locura de quienes somos razonables. O, más exactamente, estamos instalados en una locura incompatible con la locura de la poesía. Respetamos las leyes de nuestra alucinación para poder conducir un auto, pero la poesía propone otras leyes para una alucinación que, de momento, no tiene teléfono móvil, ni carnet de identidad, y ni siquiera puede seguir el debate parlamentario.

En consecuencia, los cobardes, o, siendo magnánimos, los prudentes, nos ponemos a salvo de la poesía. Si yo fuera poeta, sin ir más lejos, esta columna no sería de papel sino de mármol pentélico.

Félix de Azúa


(El País, 31-10-2001)


* * * * * * * * * * * * 


                                            A Sidi Pepi ben Angelis, que me escondió un secreto

Marcho inclinado, mirando al suelo
lleno de peces que sudan
como mi barriga
                             llena de cerveza que sube y que baja
sobre la acera, al compás de mis pasos: elefante
mirando al suelo, grasa de ballena, rostro
reflejado en las risas de los hombres.
                                                              Casanova era así, de viejo,
me digo
               para no insultarme: apedreado
por niños al crepúsculo.
Marcho inclinado, mirando al suelo;
los muertos están boca abajo. Sin duda
moriré en la calle.
Entro en el bar y el cervecero
ya está, como siempre, la copa en la mano
anunciando mi muerte.

Leopoldo María Panero


Poesía 1970-1985 (Leopoldo María Panero), Visor, 1986



Cristina García Rodero - En las eras

 



Cristina García Rodero - En las eras (Escober, Zamora), 1988.



Angelica Bell as Ophelia, Charleston, c. 1935.

 


Angelica Vanessa Garnett (née Bell; 25 December 1918 – 4 May 2012), was a British writer, painter and artist. She was the author of the memoir Deceived with Kindness (1984), an account of her experience growing up at the heart of the Bloomsbury Group.

(Wikipedia)


Isabel Bono - los buenos salvajes

 

los buenos salvajes

nos dolía el vientre de tanto pensar

sólo pensábamos en hacer daño
en llamar a los timbres
en levantar las faldas de las niñas
en tirarles los altramuces
en saltar tapias para robar limones
y después arrojarlos al suelo con desprecio

yo era el peor de todos
aunque llevara un lazo atado en la melena
yo sabía a qué hora jugaban a los cromos
y en qué portal

yo incitaba a los niños a las mayores fechorías

así perdí la posibilidad de tener amigas
y gané fama de salvaje
la niña con gafas que no le temía a nada

Isabel Bono


Lo seco. Bartleby Editores, 2017.



«Maria atravessou o regato...»

 

Maria atravessou o regato,
molhou a barra do vestido.
Na água deixou o retrato
de tudo o que estava escondido.




Este poemita popular fue «recolhido por Mário de Andrade em suas andanças pelo interior do Brasil nas primeiras décadas do século XX



Una fotografía de Marco Giusfredi

 



Marco GiusfrediSans titre, Paris, 2021



Clément Serveau - Dos mujeres

 



Clément Serveau (1886-1972) - Deux femmes, 1933 




Fernando Pessoa - «Eros e Psique»


EROS E PSIQUE

Conta a lenda que dormia
Uma Princesa encantada
A quem só despertaria
Um Infante, que viria
De além do muro da estrada.

Ele tinha que, tentado,
Vencer o mal e o bem,
Antes que, já libertado,
Deixasse o caminho errado
Por o que à Princesa vem.

A Princesa Adormecida,
Se espera, dormindo espera,
Sonha em morte a sua vida,
E orna-lhe a fronte esquecida,
Verde, uma grinalda de hera.

Longe o Infante, esforçado,
Sem saber que intuito tem,
Rompe o caminho fadado,
Ele dela é ignorado,
Ela para ele é ninguém.

Mas cada um cumpre o Destino
Ela dormindo encantada,
Ele buscando-a sem tino
Pelo processo divino
Que faz existir a estrada.

E, se bem que seja obscuro
Tudo pela estrada fora,
E falso, ele vem seguro,
E vencendo estrada e muro,
Chega onde em sono ela mora,

E, inda tonto do que houvera,
À cabeça, em maresia,
Ergue a mão, e encontra hera,
E vê que ele mesmo era
A Princesa que dormia.


Fernando Pessoa



Publicado por primera vez en la revista Presença, núm. 41-42, Coimbra, mayo de 1934.





Yorgos Seferis

 

Nuestra mente, una selva virgen de amigos muertos.

Yorgos Seferis



En Autorretrato sin retoques, de Jesús Pardo, Anagrama, 1996



[ένα παρθένο δάσος σκοτωμένων φίλων το μυαλό μας]



Luis Valdesueiro - «Al poema le salva su verdad...»

 

Al poema le salva su verdad, aunque sea mentira.

Luis Valdesueiro




Silvia Tomasa Ribera - Los pechos de Magaly

 

Los pechos de Magaly
son dos enormes girasoles
que penden de su cuerpo.
Atropellan desconocidos
y se desbordan sin recelo.
La cintura no es estrecha,
pero la curva de sus caderas
es como para entrar en la vida
y no salir sobria.
Su monte de venus…
un inmenso clavel negro.

Yo quisiera leer los pechos de Magaly
y encontrar a Dios entre sus piernas.


Silvia Tomasa Ribera




Una fotografía de FRNSLD

 


FRNSLD - 18_2_4739 (Berlín, 2018)



Yehuda Amijai - Otra vez

 

OTRA VEZ

Otra vez
la llegada de tu cuerpo en que
convergen grito y movimiento.

Luego el otoño
con sus silencios y sus vientos.

En secreto
yo cuento, como un avaro,
mis amores.

Por la mañana, por la tarde
sacaré mi corazón afuera.
Él me jalara tirando del bozal
mientras lo llamo
corazón mío, perro mío, corazón mío.

Yehuda Amijai 


Traducción de Claudia Kerik

Dos fotografías de Neta Gov

 




Desde Israel, dos retratos de Shira por Neta Gov.


©netagov2019



Francisco de Aldana - «¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando… ?»

 

«¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
en la lucha de amor, juntos, trabados
con lenguas, brazos, pies y encadenados
cual vid que entre el jazmín se va enredando

y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien somos forzados
llorar y suspirar de cuando en cuando?»

«Amor, mi Filis bella, que allá dentro
nuestras almas juntó, quiere en su fragua
los cuerpos ajuntar también tan fuerte

»que no pudiendo, como esponja el agua,
pasar del alma al dulce amado centro,
llora el velo mortal su avara suerte.»

Francisco de Aldana

(1537 o 1540 - 1578)



Una fotografía de João Millet Meirelles

 



João Millet Meirelles - Isabella, Paraná, 2007