Olían a dulce mezcla
de goma de borrar,
lapiceros y nido.
Coleccionaban chapas de botellas,
bolindres, rodamientos,
alfileres, hechizos
y toda la quincalla repetible,
en efímeras modas.
Profesaban un raro respeto a la palabra
dada y a los pactos,
que expresaban en máximas
con santos de por medio.
(Santa María, San Julián, Santa Rita...)
Tenían terror de Dios los más asustadizos,
pero todos
de extraños y malvados personajes
como el Tío del Sebo,
o el Tío de la Pipa Rota, San Juan de la Bellota.
Y prejuicios sociales:
el último que llegue
es hijo de la Pelli.
Las tardes eran largas
y las mañanas anchas.
Por eso los días les quedaban siempre grandes
y caídos de hombros.
Felipe Núñez
Leticia va del laberinto al treinta (1977), en Balizamiento para un aterrizaje nocturno. Poemas 1975-1985, Calambur Editorial, 1998.
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