EL MÁS BELLO AMOR
Yo había llorado diez siglos
como diez gotas
con la belleza de lo intranscurrido
contemplando la velocidad del expreso.
Pero comprendí que todo era falso.
Falsa la forma de la vaca.
Falso el falso profesor.
Falsa hasta la sencilla manera con que las muchachas
cuelgan de noche sus pechos que no están tocados.
Pero me encontré un tiburón en forma de cariño;
no, no: en forma de tiburón amado;
escualo limpio, ardor o crimen,
deliciosa posesión que consiste en el mar.
Dulce abrazo viscoso de lo más grande y más negro,
esa forma imperiosa que sabe a resbaladizo infinito.
Una boca imponente como una fruta bestial,
como un puñal que amenaza el amor,
un mordisco que abarcase toda el agua o la noche,
un nombre que resuena como un bramido rodante.
Dime, dime el secreto de tu dulzura,
de esa piel que reserva su verdad como sístole;
duérmete entre mis brazos como un mínimo ser
que olvida sus cataclismos.
Te penetro callando mientras grito o desgarro,
mientras mis alaridos hacen música o sueño,
porque beso murallas que nunca tendrán ojos.
La verdad, la verdad, la verdad,
esa inmensa pistola que yace sobre el camino,
ese silencio que finalmente queda
cuando aparto los senderos.
Vicente Aleixandre
Espadas como labios (1932)
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