Fotografía de Herr_Mueller - The Good Life #1

Tres aforismos de Carlos Díaz Dufoo, hijo

 

Acomodarse es, a un tiempo, triunfar y perecer.

                              *

La razón le abandona cuando necesita pensar.

                              *

Cultivó el arrebato para dar razón de sí.


Carlos Díaz Dufoo, hijo




CARLOS DÍAZ DUFOO, HIJO (Ciudad de México, 1888-1932), desempeñó un papel poco menos que marginal en la escena literaria de su tiempo. Tras graduarse como abogado en la Escuela Libre de Derecho, trabajó brevemente en la compañía petrolera El Águila, con sede en Tampico, y, más tarde, en el despacho de abogados Gancino y Riba de la Ciudad de México. Contrajo matrimonio en los años veinte e impartió clases como profesor de historia antigua y filosofía en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Derecho. De su vida personal poco más se sabe. Nunca viajó a Europa. No figuró de manera oficial en ningún grupo literario ni tomó parte en proyectos culturales de relevancia, exceptuando su participación en la fundación de La Nave, en 1914, y su colaboración en otras revistas de la época, como Contemporáneos y México Moderno. La aparición de Epigramas, de 1927, le granjeó una reputación imperecedera como prosista, reconocida por autores del calibre de Alfonso Reyes o Julio Torri, a quien le unió una estrecha amistad. Díaz Dufoo decidió acabar con su vida el 30 de abril de 1932. Pero, pese a la parquedad de su obra, compuesta apenas por un puñado de ensayos, poemas, diálogos y textos dramáticos, y a su carácter huidizo y poco sociable, que le valió el sobrenombre de «el aforista desconocido» y le libró cabalmente de salir en la foto, su escritura ha mantenido una influencia casi constante en el panorama de la literatura mexicana reciente. 

Nota de Firmamento Editores




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