Mañanita era mañana,
mañanita de orasión,
cuando mosas y galanas
iban a la admirasión;
entre todas las que iban,
Isabel era la mejor,
yeva medias de seda,
sapatitos de charó;
el vestido que yevaba
(una falda y un jubón),
el jubón era de seda,
la falda de perlaflor;
en su carita redonda,
yeva un poquito de coló
y en sus ojitos yevaba
un poquito de alcojor;
en su cabesa yevaba
un sombrero volandor;
en su gargantita yeva
una cadenita o dos,
y, en su mano, catorse aniyos
relumbraban en resplandor.
A la entrada de la misa,
toda la gente pasmó;
el que asopla la candela,
la cara se le quemó,
y el que toca la guitarra,
muerto al suelo se cayó.
Versión recogida por Manuel Alvar en Tetuán. En su libro Poesía tradicional de los judíos españoles. 3ª edición. Editorial Porrúa, México, 1979
V. La bella en misa
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