Tu cabello me enlaza ¡ay, mi señora!,
tu serena frente me enternece,
la lumbre de tus ojos me escurece,
y tu nariz me enciende de hora en hora.
Tu pequeñuela boca me enamora,
tu cuello un alabastro me parece,
tu pecho leche que ya mengua y crece,
y en medio están dos bultos de una aurora.
Tu vientre llano, liso, ¡allí es mi gloria!,
tus blancas piernas, donde vivo y muero,
tu pie chiquito, donde pierdo el seso.
Mas donde falta la memoria,
yo no sé comparallo como quiero:
es en lo que es mejor que todo eso.
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